miércoles, 16 de abril de 2008

Imperdonables muchachos.

[Este es un fragmento de un cuento muy largo que he estado escribiendo que por su puesto, aún no se bien de qué trata.]



Yo extraño extrañar al no pensar; A la parodia perfecta, a la vida sin sangre.
Quisiera querer a los amigos desiertos tanto como al llanto cerrado, siendo el silencio y la incongruencia de todo. Culpables al final de cuentas.
Sí- me decía- Pero hay cosas que son imperdonables, perdonar por ejemplo la caía de tu todo no cabe en dar explicaciones.
Nadie olvidará lo imperdonable, aún cuando amen vacíos estar por siempre y nunca jamás detestarle.
Yo extraño extrañar al no pensar; A la parodia perfecta, a la vida sin sangre, a desnutrir la materia gris, a quedarme sin núcleo, a llorar sin lágrimas, a construir ciudades sobre asentamientos usados.
Creeré cuanto piense razonable; No discriminaré entre los atajos posibles, no proyectaré el ruido hacia sueños tranquilos, no salvaré el júbilo sólo por fascinación adorable.Y el mundo no se detendrá sólo porque un genio fallezca, no habrá menos gritos sólo porque el estallido niegue la existencia. Será una mención imperdonable para el actuar poco razonable. Comenzará la vida a derretirse sin pensamiento, a quemarse sin flama, a pensar sin calor. Entonces- me decía- no habrá rincón ameno para asesinar sin justicia. Existiremos nada más que para morir a cada segundo, para negar el tiempo, para señalar que el ser será uno, para girar sin moverse, para asesinar sin morir, para mentirle a la justicia.Tendré que escribir más acerca de tu existencia, pues letras como éstas no tendrán cavidad dentro de tus recuerdos. Engendraré mil veces el mismo contenido y aún así entenderás por escrito a complementos asesinos. Me dirás que mis cartas son sólo adornos, me quebrarás el mundo limpiando adjetivos repletos de todo, que para ti son nada. Me llenarás de vacío infame y por último habrás de actuar sin cuerpo, y comerás tierra, y te creerás salvaje, y llorarás sobre el asfalto, y matarás la carne, y mentirás a cada instante, y tu accionar será poco coherente, poco razonable.No te alejes de las sobras carcomidas de falsa manera, no intentes digerir poesía, no rompas en llanto.
Yo extraño extrañar al no pensar; A la parodia perfecta, a la vida sin sangre.

miércoles, 2 de abril de 2008

El autor y sus personajes.


Había soñado, antes de todo esto, con centenares de rostros irreales y poco concretos, aunque claro está, nunca supe qué tan honestos fueron entonces los rasgos, las narices y los dientes. De todos modos quería escribir sobre otro tema, esta vez, por fin, dejando de lado a los sueños. Quería escribir un ensayo que no acudiera tanto a la retórica, que le fuese infiel al utilizar el pragmatismo. Y querer es poder según dicen, (lo cual dudo mucho sea posible, sin embargo en estos instantes debo respaldarme de lo que muchos creen lo más sensato.) así el detrimento será menor.

Citaría a Niebla o a cualquiera de Nietszche, pero según mi memoria aquellos párrafos se han arrancado del registro. (Lo que es la desmembración de los recuerdos...) En fin. Continúo.

Estaba cansado de escribir sin sangre, sin fundamento ni nociones realmente correspondientes a mis intenciones, a mi verdadero motivo. Mi mensaje no fluía según lo planeado. Al poco tiempo me resigné. Dejé la escritura por unos días y me dediqué específicamente a leer ciencias, novelas, una nivola y un par de ensayos igual de innecesarios que el escrito ahora.
El autor y sus personajes. Ahí estaba la pauta, ahí se encontraba la fractura.

Cierto tiempo atrás, leía entonces un ensayo de un Autor Argentino en cuyas letras manifestaba la tesis de que el autor es cada uno de los personajes que desarrolla, siendo, en primeras instancias, los protagonistas el reflejo de su yo interior y los secundarios manifestaciones tanto del inconciente como de su lado sensible e inteligible, basado en Platón , por supuesto.

No he podido sino cambiar la mentalidad con la cual escribo. Hoy había escrito en prosa y en verso, algunos párrafos de una futura obra literaria. Quizá no tenga un género definido, pero bien es sabido que mi fuerte son los cuentos, así que me imagino que en esos rubros terminará mi amorfa creación. La finalidad con la cuál escribía éste no tenía relación ni con personajes ni con acontecimientos, no era ni realidad ni ficción, tampoco la manifestación de un sueño o un concepto. Si bien mi escrito poseía voces de posibles personajes, y además, se rodeaba de una idea en común, la esencia del escrito no tenía imagen concreta. No tenía sangre ni perfil.
¿Cuándo se tiene sangre el escrito?
Dar vida a las letras, llenarle de carne, traspasarle sangre y sentimiento es lo primordial en todo rubro literario. Siguiendo esta lógica, el pensamiento se contradice, si todo escrito literario ha de poseer sangre, aquel que no le posea ¿deja de ser literario?
Evidentemente entramos en el universo de las falacias y de las especulaciones.
El autor y sus personajes yacen enlazados de nexos objetivos independientes de la subjetividad del contexto en que se narre la obra, de sus personajes, de su voz o su estado anímico.